viernes, 9 de octubre de 2015

¿Importan las comas?



Si el hombre supiera cuánto vale la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda.


Con esta oración escrita en la pizarra suelo abrir mis clases de Traducción para hablar de la Teoría del Sentido.

¿Cómo se debe leer? ¿Dónde se hace la pausa? ¿Quién andaría detrás de quién? Acostumbro pedir que cada quien lo lea en silencio y que esperen a que yo señale a alguien para que nos de su opinión.  Generalmente las respuestas son:

a) Si el hombre supiera cuanto vale la mujer, andaría en cuatro patas en su búsqueda.
b) Si el hombre supiera cuánto vale, la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda.

No es difícil entender que la primera respuesta proviene casi siempre de una mujer y la segunda de un hombre.

Creado el ambiente distendido, comenzamos a hablar del "querer decir", de lo que yo entiendo y lo que tu entiendes, de porqué entendemos cosas diferentes y en ocasiones hasta hemos hablado de filosofía. 

¿Qué ocurre con la sentencia que abre este escrito? Está claro que hay un error sintáctico, es decir, un error en la coordinación y unión de las palabras para formar oraciones y expresar conceptos. Probablemente, en nuestro ejemplo las palabras están bien coordinadas pero falló la unión, por lo tanto, no expresa ningún concepto. Y es que "la unión de las palabras" tiene que ver con cosas como signos de puntuación, progresión temática, conectores y un largo etcétera. Me gusta llamar a esas "cosas" el cemento que nos permite expresar adecuadamente nuestro pensamiento para que los interlocutores lo entiendan como nosotros queremos que lo entiendan. En nuestro ejemplo faltó "una comita". Cosa de nada.

¿Por qué importa que en un texto que se va a traducir, o en el texto traducido, haya problemas de "una comita aquí, otra comita allá"? Simplemente porque, o el traductor debe adivinar "el querer decir" del autor, o los destinatarios deben adivinar "el querer decir" del traductor. En cualquier caso, el proceso comunicativo está roto o tiene resultados hilarantes.

Vamos entonces a hablar de los procesos cognitivos en la mente de un traductor. Es decir, de lo que ocurre cuando se enfrenta a un texto con miras a su traducción.

Con la primera lectura, el traductor debe comprender el sentido general del texto, vale decir que el traductor debe tener claro a grandes rasgos "para dónde va el texto": intención y querer decir del autor. Este es un momento intelectual en que el que el traductor debería quedarse solo con las ideas (lo que los sentidistas llaman desverbalización). Me gusta usar la imagen de desvestir el texto, de quitarle el atuendo que trae (palabras, signos de puntuación, estilo, formas, pues) y dejarlo en su esencia pura. 
Está claro que el traductor puede, y casi siempre tiene, que resolver dificultades y problemas (como postula Christiane Nord) que van desde buscar alguna palabra cuyo significado desconoce hasta resolver problemas mucho más complejos como los dichos y refranes, los fraseologismos, el estilo personal de un autor, etc., etc. Sin estas búsquedas y profundizaciones, difícilmente el traductor tendrá el éxito que espera en su trabajo.

Resueltos esos escollos, comprendido cabalmente el texto, el traductor puede comenzar a traducirlo. Es decir, puede empezar a reverbalizar, reexpresar esos conceptos, esa intención, ese querer decir original. Y aquí aparece la otra imagen: vestir el texto con el ropaje de sus nuevos destinatario, es decir, con las formas que requiere la otra lengua para expresarse adecuadamente, para que los nuevos destinatarios lo reciban como suyo. Muy importante subrayar aquí, aunque parezca llover sobre  mojado, que estas etapas, estos procesos, no son obligatoriamente consecutivos. Muchas veces son simultáneos. Depende de la experiencia y de la profundidad con la que el traductor maneje el tema y las lenguas de trabajo.

Posteriormente vendrá la etapa de la revisión (aporte de Delisle) para evitar que la traducción se convierta en un texto paralelo, o quien sabe en qué otro producto diferente del texto origen.

El postulado más importante de los sentidistas, en mi opinión, es la doble fidelidad que debe tener el traductor: por un lado, fidelidad al autor, a su intención y querer decir; por el otro, fidelidad al destinatario al respetar las normas y convenciones de su lengua de manera tal que al leer la traducción la sientan como un texto original y reciba la misma impresión al leerla que recibieron los destinatarios del original. Tema completamente discutible, como todos los temas teóricos. Pero esos argumentos son harina de otro costal que abriremos en otro momento.

Para cerrar estas líneas, me permito referir una anécdota de un trabajo que hice hace muy poco tiempo para una importante institución que estaba mandando a traducir a varios idiomas folletos divulgativos de las bondades de nuestro país como destino turístico. Uno de los que me tocó traducir era sobre el Estado Nueva Esparta, conformado por tres islas. Uno de los fragmentos del texto origen era:

"Límites
El Estado Nueva Esparta limita al norte con el Mar Caribe, al Este con el Mar Caribe, al Oeste con el Mar Caribe y al Sur con el Estado Sucre."

Esto, no hay que explicarlo, es un disparate. ¿Es necesario indicar los límites de una isla, o de tres, en este caso, ubicadas en el Mar Caribe? La respuesta es no. ¿Qué decidí? Llamar al iniciador de la traducción, hacerle ver que era un disparate y que en la traducción no debería aparecer. Afortunadamente, los iniciadores de la traducción estuvieron de acuerdo conmigo y agradecieron mi llamado de atención. 

¿Para qué esta anécdota? Para reforzar la idea de la importancia de las decisiones que el traductor toma a cada instante. En traducción todo depende, la traducción es una constante toma de decisiones y el traductor carga con las consecuencias de las que tome.