viernes, 13 de noviembre de 2020

 

Hablemos de Traducción Literaria (III)

En “Hablemos de Traducción Literaria (II)”, cuando abordaba el tema del efecto de la traducción en el destinatario, afirmé enfáticamente: “¡Claro que se puede traducir!”. Pero, ¿se puede traducir una obra literaria si se dice que en la traducción siempre se pierde algo, que se suaviza el sentido local del original? Esbozaré aquí lo que pienso.

Los seres humanos, independientemente del lugar en que se haya nacido o se viva, responden a las mismas emociones. Todos nos movemos en lo que algunos llaman escalera emocional que va de la depresión (la emoción negativa más potente, tanto que puede provocar la muerte), hasta el amor (la emoción positiva más potente, tanto que hay quien afirma que obra milagros). Entre uno y otro extremo están, por el lado negativo:  la tristeza, el miedo, la rabia, el sentirse víctima, la impaciencia, el pesimismo, la apatía; por el lado positivo: la esperanza, el optimismo, la alegría, el entusiasmo, la felicidad, la gratitud y la paz. Esta es una de las propuestas de escalera emocional, no digo que la única, pero la tomo como base para asegurar que, si todos los seres humanos nos paseamos por la misma gama de emociones, es posible traducir obras literarias dado que éstas se apoyan en las emociones. Por ejemplo, todos guardamos “el primer amor” en un lugar sagrado ¿por qué? Porque allí había ternura e ingenuidad y esas emociones no pasan. ¿Cuál creen ustedes que es el secreto de “Romeo y Julieta” o el de “Pretty Woman”? 

Ahora bien, cómo se ponen en negro sobre blanco los conflictos emocionales reflejados en un texto estético, es otra cosa. El traductor profesional debe estar en capacidad de lograr que el lector de la traducción experimente las emociones que el texto origen produce en sus destinatarios naturales. ¿Cómo se logra? Eso es harina de otro costal, pero quiero dejar claro que no digo traductor profesional en vano. Quien pretenda ejercer este oficio con éxito debe formarse, estudiar, leer mucho, poseer una amplia cultura general porque no basta con hablar una lengua extranjera, no basta ni siquiera con hablar bien la lengua materna.

En esta serie de artículos sobre traducción literaria me he apoyado en el cuento Крылатая Сибирь (Alas de Siberia, en mi propuesta de traducción) de Alexander Staroviérov. Como me he referido a la traducción de emociones, les ofrezco un cuadro comparativo de un fragmento del texto origen lleno de dramatismo y mi propuesta de traducción. Al final hago un análisis de los aspectos que considero claves.

 

Однако и русские мощные плечи к вечеру порядком устали. Ночное побоище в гостинице, бегство от тайской полиции, суточное непрекращающееся пьянство и, наконец, катастрофа и подлое предательство команды яхты сделали своё дело. Мужики сидели на лежаках, бухали из горла разнообразный алкоголь и мрачно курили. Что делать, было неясно. Некоторые, решив что утро вечера мудренее, прилегли на шезлонги и решили вздремнуть. Лишь Ламра пытался успокоить противно ноющую и повисшую на нём Любку. В конце концов он понял бесполезность этого занятия, отшвырнул тайскую подругу на лежак и пошёл на нос корабля проветриться. Там неподалёку от якорного отсека он увидел забытую матросами кувалду. Постоял, покурил немного, а потом взял кувалду в руки и начил крушить корабль. Некоторое время к нему никто не подходил. Он разбил палубу, добрался до якорной цели,  ухватился за неё руками и стал, постанывая,  тянуть её на себя. Один из мужиков не выдержал и всё-таки к нему подошёл.

-        Ты чего делаешь, братан?

-        Любка плачет, -сквозь зубы и сквозь стоны ответил Лампа, продалжая бесполезно тянуть цепь на себя. -Сматываться отсюда надо.

-        А-а-а... -сказал мужик и вернулся к своим товарищам.

Через минуту все сибирские мужики тянули цепь. Даже я встал в общую колонну и, стирая в кровь руки, по команде Лампы тащил её на себя.

-        Эх, раз, ещё раз, давай, давай, ещё немного, сама пошла, давай, родимая... -подбадривал и заклинал Лампа. Мы старались изо всех сил. Ведь Любка плачет.

Это была самая важная и главная причина, почему мы так старались. И цепь поддалась...

По сантиметру, по чуть-чуть, по совсем незаметнаму расстоянию она начила вылезать из воды.

Оранжевое солнце медленно тонуло в море. Вокрук был потрясающий, выворачивающий душу наизнанку тайский закат. Но мы этого не замечали. Обдирая кровавых мозолей ладони мы тащили цепь. Потому что Любка плачет...

Кто-то запел «Дубинушну», и остальные, сами удивляясь, откуда берутся давно забытые, казалось, слова, подхватили песню:

Эх, дубинушка, ухнем!

Эх, зелёная сама пойдёт!

Подернем, подернем

Да ухнем!

Посреди потрясающего заката. Недалеко от райской лагуны, в ста двадцати километрах от нашего берега, в не нашем Южно-Китайском море раздавалась наша песня. Никогда я не чувствовал себя более русским. Ни до, ни после. Никогда я настолько не хотел им быть и не испытывал такого счастья оттого, что им являюсь. Я слился, окончательно слился с этим быдлом. С этим великим и непостижимым быдлом, и нисколько не жалел об этом. Я слился с ним по одной простой и очень ясной причине. Потому что плакала Любка...

Европейцы с ужасом и трепетом смотрели на нас, но никто, даже татуированные бугаи англичане, не попытался нам помочь. Это же невероятно, не возможно, цепь весит много тонн, и человеку вытащить её не под силу. У них было много аргументов, и все они были рациональные и правильные. Но у них не было того, что было у нас. Они не чувствовали, как плачет Любка. Они не ощущали боли брата нашего Лампы, оттого, что она плачет. А мы чувствовали и ощущали. И поэтому цепь по сантиметру, по маленькому звену, царапая свои металлические бока, выползала наружу.

-        Ну, мы же говорили! – ликовали сибирские королевы, поглаживая головы европейских сестёр. – Мы же говорили, что мужики что-нибудь прилумают. Вот, вот, вот такие у нас мужики!

-        В хоре их голосов я различал голос своей жены, она тоже гладила какую-то бельгийкую и тоже говорила: «Вот, вот, вот такие у нас мужики!»

От голосов наших королев цепь тянулась легче. Как будто действительно сама шла. Как в песне, которую мы пели посреди не нашего Южно-Китайского моря:

Эх, дубинушка, ухнем!

Эх, зелёная сама пойдёт!

Подернем, подернем

Да ухнем!

 

Sin embargo, al atardecer, hasta los poderosos hombros rusos ya estaban extenuados. La batalla nocturna en el hotel, la huida de la policía tailandesa, la borrachera ininterrumpida de ese día y, finalmente, la catástrofe y la traición de la tripulación del yate habían hecho mella en los hombres de Siberia que estaban sombríos y fumaban sentados en las chaisse longue con el rostro hinchado por tanto alcohol. Todavía no sabían qué iban a hacer. Algunos que pensaban que con el día se ven mejor las cosas, decidieron recostarse para dormir un poco. Solo Lámpara intentaba calmar a Liuba que seguía llorando en una nota aguda muy desagradable colgada a él. Al final él comprendió lo inútil de su tarea, la mandó a las sillas y se fue a la proa a respirar un poco. Estando allí, vio una mandarria que los marineros habían dejado olvidada cerca de la sección del ancla. Lámpara se detuvo un momento, fumó un poco, luego agarró la mandarria y se puso a golpear el piso de la embarcación. Durante un rato nadie se le acercó, pero en ese tiempo él había logrado romper un pedazo de la cubierta, había logrado alcanzar la cadena del ancla, la había tomado en sus manos y, de pie, la halaba hacia sí. Uno de los siberianos no se contuvo y se acercó a Lámpara:

-        Hermano ¿Qué estás haciendo? – Le preguntó cautelosamente.

-        Liuba está llorando, - respondió entre dientes y gemidos mientras continuaba halando infructuosamente la cadena. –Hay que sacarla de aquí.

Un minuto más tarde todos los siberianos estaban habían formado una fila para halar la cadena. Yo también me sumé a la fila y, aunque mis manos chorreaban sangre, cuando Lámpara daba la orden, yo halaba la cadena hacia mí.

-         ¡Vamos! ¡Otra vez, vamos! La enrollamos, vamos, vamos… Un poquito más… Vamos querida, vamos, muévete un poquito más. – Animaba y prometía Lámpara. Nosotros lo intentábamos con todas nuestras fuerzas porque Liuba estaba llorando. Esa era la razón principal por la que todos nos estábamos esforzando y por la que la cadena se movía…

De a poquito, un centímetro, un pedacito imperceptible… así empezó a salir la cadena del agua.

El sol naranja se hundía lentamente en el mar. Había un atardecer espectacular, un atardecer tailandés que nos volteaba el alma al revés, pero no nos dábamos cuenta de ello porque estábamos halando la cadena del ancla, aunque nos desgarráramos las manos, porque Liuba estaba llorando.

Alguien empezó a cantar “Dubinushka”, una canción popular rusa de mediados del siglo XIX, y los demás se sumaron al canto, aunque no entendían cómo recordaban la letra de una canción que parecía haberse olvidado hacía tanto tiempo.

¡Ay garrotito, garrotito,

caeremos pero

aunque estés verde

tú vendrás solito!

¡Nos llenaremos de sangre

y caeremos!

Así cantaban en medio de aquel crepúsculo sorprendente, cerca de una laguna paradisíaca, a 120 kilómetros de una costa que no era nuestra, en el Mar de China –que tampoco es nuestro-, allí, tan lejos de la patria, sonaba nuestra canción. Fue entonces cuando yo me fusioné, me fusioné completamente con ese animal de carga y no lo lamentaba ni un poquito. Yo me fusioné con él por una simple y clara razón: porque Liuba estaba llorando.

Los europeos nos miraban temblando de terror, pero ninguno, ni siquiera los fornidos ingleses llenos de tatuajes, intentaron ayudarnos.

Porque era increíble, imposible, porque la cadena pesaba toneladas, porque no había fuerza humana capaz de moverla.  Ellos tenían muchos argumentos, racionales y correctos, pero a ellos les faltaba lo que nosotros teníamos: a nosotros nos dolía cómo lloraba Liuba. Ellos no sentían el dolor que le causaba a nuestro hermano ver que Liuba estaba llorando, pero nosotros lo sentíamos, a nosotros también nos dolía su llanto. Por eso la cadena se movía poco a poco, centímetro a centímetro la cadena subía a la superficie arañándose los costados de metal.

-  ¡Se lo dijimos! – Se regocijaban las reinas de Siberia mientras acariciaban los cabellos de sus hermanas europeas. – Les dijimos que nuestros hombres pensarían en algo y ¡miren qué clase de hombres tenemos! ¡Qué clase de hombres, aquí están nuestros hombres!

En medio del coro de mujeres pude escuchar la voz de mi mujer que también consolaba a alguna belga diciéndole: “¡Mira qué clase de hombres tenemos nosotras!” Gracias a las voces de nuestras reinas, la cadena se movía con más facilidad, era como si se moviera sola, era como la canción que estábamos cantando en el ajeno Mar de China:

¡Ay, garrotito, garrotito

caeremos, pero

aunque estés verde,

tú vendrás solito!

¡Nos llenaremos de sangre

y caeremos!

 

Al hacer un análisis del texto, nos damos cuenta de que el autor utiliza la anáfora como figura retórica principal para crear en el lector un sentimiento de tristeza, de solidaridad, de amor fraterno y de amor a las raíces. La oración Любка плачет (Liuba está llorando), se repite cuatro veces a lo largo del fragmento y constituye la poderosa razón que conmueve a todos los rusos y los impulsa a actuar como un solo hombre. Es también la razón por la que hasta la cadena del ancla empieza a ceder.

En nuestra propuesta de traducción mantuvimos la anáfora como recurso enfatizador y por ello se repite cuatro veces la misma oración: Liuba está llorando. En esta oración hay dos detalles que el lector que no hable ruso se perderá: el primero, el nombre propio Liuba deriva de la palabra liubov (amor, en ruso), lo cual tiene un peso específico en un texto literario puesto que ningún escritor escoge los nombres de los personajes al azar; el segundo, el autor usa el diminutivo: Любка, que no mantuvimos en la traducción porque no ofrecería ningún aporte. No obstante, el hecho de que en la oración en español pueda mantenerse el sonido “L”, igual que en el texto origen, nos permite sugerir la suavidad y la dulzura que evoca ese sonido.

En el fragmento analizado encontramos una serie de elementos que enaltecen el carácter del hombre ruso, su fuerza moral y física, su amor y solidaridad. Veamos.

El texto comienza así: “Однако и русские мощные плечи к вечеру порядком устали.”  (“Sin embargo, al atardecer, hasta los poderosos hombros rusos ya estaban extenuados.”).

¿Por qué Staroviérov elige “hombros rusos” y no “hombres rusos” para referirse al agotamiento que sentían los siberianos? En mi opinión, por una parte, porque metafóricamente los hombros son la parte del cuerpo llamada a resistir cualquier peso físico o moral; y por la otra – consecuencia de la primera - porque Staroviérov prepara al lector para dos momentos: una contraposición entre la actitud de los hombres rusos y de los hombres europeos frente a la terrible adversidad a la que tenían que hacerle frente, al final de ese fragmento, y para las escenas finales de la historia. A continuación, nos referiremos a la comparación entre la cosmovisión de los rusos y la de los europeos planteada en esta historia.

 «Европейцы с ужасом и трепетом смотрели на нас, но никто, даже татуированные бугай англичане, не попытался нам помочь.» (“Los europeos nos miraban temblando de terror, pero ninguno, ni siquiera los fornidos ingleses atiborrados de tatuajes, intentaron ayudarnos.”). He aquí a lo que nos referíamos: los hombros rusos son capaces de enfrentar cualquier calamidad y son capaces de sumar fuerzas para vencerla, mientras que los europeos, hasta los más fornidos, son temerosos y no muestran solidaridad.

En los fragmentos estudiados encontramos también el uso de los sonidos como elemento subliminal: en “русские мощные плечи[rúskie móschnie pliéchi] (los poderosos hombros rusos), predominan las consonantes sibilantes fricativas (s, sch, ch), y, según Alex Grijelmo, la “s” se desliza por el paladar, tiene un sabor liviano y contagia la idea más antagónica de la fuerza y la violencia. Mientras que en la oración donde se caracteriza a los europeos: “Европейцы с ужасом и трепетом смотрели на нас, но никто, даже татуированные бугаи англичане, не попытался нам помочь.” [yevropéitsy s úzhasom i triépetom smatriéli na nas, no niktó, dázhe tatuírovannie bugái anglichane, ni popytalsia nam pamóch], observamos el derroche vibrante de las “R” y el tableteo de las “T”. ¿Cuál es la intención subyacente del autor? ¿Qué opina usted? Sea cual fuere la intención, utilizar la fuerza de los sonidos es un recurso muy interesante de contraposición que intentamos reproducir en nuestra propuesta de traducción.

Luego sigue el contraste razón vs amor: los ingleses tenían argumentos razonables (no había fuerza humana capaz de mover la cadena porque pesaba toneladas), pero les faltaba lo que tenían los rusos: una razón de amor y solidaridad, la más poderosa de las razones. Liuba estaba llorando y todos los rusos sentían el dolor de su hermano, incluso el propio autor que en un principio se sentía ajeno a los siberianos. Por eso cuando a la fuerza física y al canto de los hombres se sumaron las voces de sus reinas, hasta la cadena empezó a deslizarse con más facilidad, como si se moviera sola.

Al final del trozo estudiado aparece el pedazo de una canción revolucionaria rusa del siglo XIX que habla precisamente de esfuerzos sobrehumanos y del poder de la voluntad, de la determinación del hombre para encarar la adversidad. Sobra decir que traducir poesía o canciones es mucho más complejo. En este caso priorizamos el sentido y la intención del texto origen, y procuramos darle ritmo interno al trozo de la canción.

Con este breve análisis cerramos la serie de artículos en los que hemos abordado una de las ramas más apasionantes de la traducción, dejada de lado muchas veces tal vez por la urgente necesidad que tenemos en este mundo global de traducciones en otros ámbitos.