sábado, 8 de agosto de 2020

Hablemos de Traducción Literaria (I)

Atribuyen a Saramago haber afirmado que los escritores hacen las literaturas nacionales y que los traductores hacen la literatura universal. Confieso que este es uno de los reconocimientos más importantes a la labor de los traductores, suena a piropo, pero, aunque humildemente reconozco que es cierto, no es tan fácil traducir una obra literaria por muchas razones.

Es muy común pensar que traducir es el simple acto de buscar equivalencias lingüísticas entre dos idiomas. De plano afirmo que eso no es cierto, que eso no solo no es traducir, eso equivale en muchos casos a escribir disparates porque ¿qué es una equivalencia lingüística? No quiero desalentar a nadie, pero al día de hoy, no existe una definición que acomode a todos porque la traducción, especialmente la literaria, trasciende las palabras en tanto unidades de análisis lingüístico.

También se oye que, para traducir literatura, hay que ser escritor y hablar los dos idiomas en juego. Es decir, la sensibilidad pareciera un elemento importante para acometer la tarea de pasar a otro idioma una obra que se cree que debe ser conocida en otras latitudes. Hay mucho de cierto en eso, citemos a Borges, por ejemplo. Pero ¿cuántos escritores se han dedicado a traducir con éxito a otros escritores?

Alguna vez leí que la intuición guía a los traductores literarios. Puede ser, y estoy hablando desde mi propia experiencia frente a un texto. Solo que esa intuición no es una inspiración divina. La intuición de un traductor profesional se deriva, en primer lugar, de haber realizado antes muchos procesos de traducción, es decir, la intuición de un traductor vendría siendo una competencia que se adquiere en la que convergen razonamiento, reflexión e investigación, aunque la solución aparentemente salga como de la chistera del mago.

¿Qué es una traducción? ¿Qué elementos tiene? ¿Cómo se hace? ¿Por qué todo parece sí, pero no?

Empezaré por responder la última pregunta. Escuché a Christiane Nord en una conferencia magistral sobre Traductología, en Caracas, si mal no recuerdo en el año 2002 donde ella dio la respuesta más simple y la más real: en traducción todo depende.

En el resto de este escrito trataré de explicar mis razones de porqué en traducción todo depende.

Empecemos a responder las preguntas y digamos que una traducción es un acto comunicativo, un puente de palabras entre dos culturas, por lo tanto, traducir es un proceso en el que entran en juego dos culturas, teniendo en cuenta que las lenguas están implícitas en el concepto cultura, habida cuenta de que la lengua es la máxima expresión de la cultura.

En este primer punto tal vez comience a verse algo de la complejidad de traducir. Dejo solo una pregunta ociosa en el aire: ¿cómo traducimos los diferentes nombres que tiene la nieve en un país de invierno casi permanente a una lengua que se hable en un país de eterno verano?

Llegamos entonces al hecho de que la traducción, como proceso, es un acto de comunicación en el que hay un emisor (el autor del texto), un mediador lingüístico (el traductor) y un destinatario (el conglomerado de lo que llamaremos destinatario). Sin entrar en más detalles, este hecho exige del traductor no solo un conocimiento profundo de ambas lenguas, sino un gran conocimiento y respeto de ambas culturas, lo cual nos habla de un compromiso personal ético que debe tener el traductor hacia su labor.

A fin de ilustrar este aspecto, colocaré un fragmento de la traducción del cuento “Las alas de Siberia”, de Alexander Staroviérov (2019), realizada por mí.

 

 

Покинутый с таким удовольствием автобус показался нам раем. Там еще попадались умеренно вменяемые москвичи, которых издалека можно было принять за цивилизованных европейцев. Здесь же москвичами и не пахло. Русский человек высочайшей степени очистки, 999-й пробы русский человек. Скорее всего, откуда-то из необъятных сибирских просторов, из провинциального лукоморья и мифического Китеж-града.

 

El autobús que con tanto placer acabábamos de dejar, ahora nos parecía el paraíso porque ahí, por lo menos, había algunos moscovitas en sus cabales que, de lejos, podían confundirse con europeos civilizados. Pero aquí, no había ni olor a moscovitas, es decir, a rusos de pura cepa, a rusos de 999 kilates. Lo más que podría haber era gente de las interminables tierras de Siberia, de alguna provincia perdida, y de algún mítico Nosequégrad.

 

 

Al final del fragmento hay dos sintagmas que presentaron alguna dificultad para tomar la decisión de cómo traducirlo: провинциальное лукоморье y мифический Китеж-град.  Veamos el proceso seguido para la toma de decisiones:

Antes que nada, el traductor debe tener claro qué dice el original y cuál es el querer decir del autor,  o sea, la intención del autor.

провинциальное лукоморье 1.- Traducción literal: Ensenada en una provincia; 2.- En el folklore eslavo, lugar recóndito en el fin del mundo.

 мифический Китеж-град: 1.- Kitezh es una ciudad mítica que aparece en la suite de Rimski-Korsakov La ciudad invisible de Kitezh y la doncella Fevróniya. 2.- Китеж-град es una creación de Staroviérov exclusiva para ese cuento.

Para mí está claro que estamos frente a una hipérbole que tiene como finalidad  acentuar con sarcasmo que las personas que se encontraban en el hall del hotel eran “rusos de segunda”, que provenían de lugares que solo existen en la imaginación.

Resuelta la primera tarea, el traductor debe decidir cómo traduce porque existen dos opciones principales: adaptar el texto, es decir, traducirlo de manera que el lector comprenda totalmente lo que dice, asumiéndolo, además,  como algo familiar para él (lo que se hace muchas veces en los cuentos para niños); la segunda opción es mantener en alguna medida el exotismo de la realidad extranjera y eso se logra principalmente manteniendo los nombres originales, transcribiéndolos de ser necesario, porque los nombres propios caracterizan el ambiente cultural.

Yo opté por una tercera vía porque, además de lo que literalmente está escrito, existen –como quedó dicho antes-  la intención y el estilo del autor, por tanto, si se traducía провинциальное лукоморье como “una ensenada en una provincia”, estaría borrando la intención del autor produciendo un texto totalmente plano, es decir, hubiera irrespetado al autor y al destinatario. Opté entonces por traducir “una provincia perdida” que da al destinatario la idea de la poca importancia que tiene un lugar que nadie puede ubicar.

El caso de мифический Китеж-град en el texto original acentúa el sarcasmo. Imposible traducir literalmente “la mítica ciudad de Kitezh”, porque, aunque el lector hubiera percibido “lo exótico”, de no conocer la suite de Rimski-Korsakov, se hubiera perdido el sarcasmo. Decidí crear “nosequégrad” con lo cual aspiro tres cosas: por un lado, mantener el exotismo con la partícula “-grad” que a algunos lectores remitirá a Petrograd, Leningrad, Stalingrad; se preguntarán porqué “-grad” y no “-grado” si en español se dice Petrogrado, Leningrado, Stalingrado. Simple: por el ritmo interno y porque en el original la desinencia es "-grad". Por el otro lado, espero que se mantenga la actitud despreciativa hacia la procedencia de la gente del hall con "nosequé".  “Mítico” acompaña a “nosequégrad” con la finalidad de acentuar la intención del autor. Y, por último, aspiro a mantener el estilo del autor con la creación del nombre de una hipotética ciudad.

Todo ese proceso es necesario porque el traductor debe tratar de verbalizar la intención del autor, debe procurar crear las mejores condiciones para una recepción adecuada, aunque también debe estar claro en que no existen garantías de que el lector responda como el traductor espera.

El ejemplo descrito arriba se puede resumir en pocas palabras como la doble lealtad del traductor: por una parte, a la intención y al querer decir del autor del texto; por la otra, al lector de la traducción.

 


2 comentarios:

  1. Gracias por compartir estas reflexiones. Espero con impaciencia la continuación. Una de las cosas que, por lo visto, me quedará pendiente para la próxima vida es formar parte de un taller de traducción literaria. :-( P.S. Me encanta "Nosequégrad" (Por simple intuición, habría descartado "Nosequégrado" porque aquí "grado" no me habría remitido a Petrogrado ni Staliningrado, sino a "no-sé-qué-grado escolar", jaja. "Grad" suena, por supuesto, a algo ruso, y se entiende, y punto.)

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  2. Tinuviel, gracias por el aporte y apoyo. Justo hoy se publicará la siguiente parte, espero que te parezca interesante y considera estos encuentros como un mini taller de traducción literaria.

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