lunes, 10 de agosto de 2020

Hablemos de traducción literaria (II)

         En la primera parte de este escrito, "Hablemos de traducción literaria (I)", me referí a varios puntos que considero importantes antes de acometer la tarea de poner en negro sobre blanco una propuesta de traducción de una obra literaria. Hablé también de la importancia de verbalizar el querer decir, en otras palabras, la intención del autor, que, desde mi punto de vista, constituye la tarea primordial que se propone el traductor. Mencioné también la doble lealtad del traductor: por un lado al texto original (al autor, su estilo, su cultura, su cosmovisión y su querer decir), y por el otro, al destinatario (a su cultura, representada especialmente en el respeto a las normas y convenciones de su lengua para que el texto que lea sea no solo comprensible, sino que funcione para ese lector final).

Antes de abordar los temas que trataré en este escrito, quiero precisar algunos detalles acerca de la funcionalidad de un texto, que desde mi perspectiva debe ser el otro norte de cada traductor. Considero que el traductor debe preguntarse qué función espera que cumpla el texto que ofrecerá al destinatario porque, como afirma Christiane Nord, los conocimientos y la experiencia literaria del receptor están vinculados con su propia cultura, por tanto, y habida cuenta de que comprender es relacionar lo que se lee con los conocimientos previos que se tienen, es inevitable que sea el lector de la traducción el que decida si el texto ofrecido es o no funcional. Es decir, el traductor no tiene de antemano la seguridad de que el destinatario reaccione según él lo espera. He allí la importancia de respetar la cultura y las normas y convenciones de la lengua término.

Ahora bien, lo antes afirmado nos lleva a otro aspecto que hace muy compleja la tarea del traductor ya que cuando uno dice “cultura término” pareciera que se refiere a algo estático, igual para todos los hablantes de una lengua dada lo cual es un craso error porque una enorme comunidad con una misma lengua materna es, necesariamente, heterogénea. Tomemos, por ejemplo, la comunidad hispanohablante (España y América). Imposible pensar  en una “cultura única” o en una “lengua única” aunque haya rasgos culturales comunes y aunque nos una el rasgo cultural más importante: el español. Es fundamental saber que tenemos múltiples contextos y prácticas discursivas.

¿Cómo afecta esta heterogeneidad y multiplicidad el proceso de traducción? Veamos. Un escritor puede utilizar la manera de hablar como medio para caracterizar a sus personajes. Teniendo en cuenta que en una obra literaria pueden aparecer los más diversos personajes y las más inverosímiles situaciones, el traductor tendrá que preguntarse cómo hablan los niños o los ancianos, los aristócratas o los delincuentes, los campesinos o los intelectuales. En algunas obras de teoría de la traducción se dice que este cuestionamiento no debe hacerse sobre el cómo hablan en la vida real las personas, sino cuál es el estereotipo que el lector espera encontrar. No estoy segura de ello. Aquí diré que la decisión es del traductor y que, como todo en traducción: “depende”. Sostengo que nos debemos guiar por la intuición obtenida a fuerza de investigación y epifanías.

A continuación sigue un fragmento del cuento “Alas de Siberia”, de Alexander Staroviérov, en el que conseguí una de las cosas más difíciles de traducir: las expresiones del lenguaje coloquial-vulgar, y mi propuesta de traducción.

Когда после длинного перелета спускаешься по трапу и тебя вместо собачьего холода, мокрого снега и пара от идущих рядом людей обдает горячим влажным ветром, впадаешь в состояние культурного, физиологического и даже в чем-то нравственного шока. Организм теряет ориентацию, с удивлением пялишься на теплый пуховик у себя в руках и не понимаешь, где находишься. Неужели такое бывает? И вообще, где подлинная реальность? Здесь, в стране вечного лета, или там, в России, в стране лета далеко не вечного. Да чего там, в осеннезимней стране, в привычном демисезонном пространстве, где оставил друзей и родственников. Стыдно вдруг становится, что ты здесь, а они там. А если на выходе из аэропорта видишь ряд высоченных пальм, украшенных елочными игрушками, ум вообще заходит за разум.

Не меня одного пришибло, на лицах всех пассажиров нашего «Ил-96» было написано одно и то же. Общее мнение выразил в дупель пьяный, еле стоящий на ногах мужик в середине нашей колонны.

 Ну ни хера ж себе… – выдохнул он протяжно скопившиеся за время полета алкогольные пары. И все мысленно с ним согласились. Впоследствии глубокомысленное изречение мужика превратилось в слоган нашей с женой поездки. И если кто-то хочет заранее узнать мораль этой сумасшедшей истории, то, пожалуйста, никаких секретов нет. Мораль проста, понятна и всеобъемлюща. И звучит она так (да, вы не ошиблись и поняли правильно): «Ну ни хера ж себе…»

 

Cuando después de un largo vuelo, sales del avión y, en lugar de un frío espantoso, nieve húmeda y el vaho de la respiración de quienes te rodean, te recibe un viento cálido y húmedo, se produce en ti un shock cultural, fisiológico y, de alguna manera, hasta un shock moral. El cuerpo pierde la orientación, te descubres mirando con los ojos desorbitados la chaqueta gruesa que tienes en las manos y te preguntas dónde estás. ¿Acaso estas cosas suceden? ¿Cuál es la realidad? ¿Dónde está? ¿Aquí en el país del eterno verano o allá en Rusia, donde el verano, por mucho, no es eterno? Allá, en ese país de otoño-invierno, en aquella tierra de entretiempo donde dejé a mis familiares y a mis amigos. De repente siento vergüenza porque yo estoy aquí y ellos están allá. Pero, si al salir del aeropuerto, ves una línea de palmeras cubiertas con adornos navideños, pierdes la razón completamente.

Eso no lo experimenté solo yo, en los rostros de los pasajeros del avión “IL-96” se había dibujado exactamente lo mismo; pude verlo en el bamboleo del borracho y en el rostro del hombre que estaba en el centro de la misma fila que yo.

- ¡A la verg…! – Dijo alguien soltando los tragos que había acumulado durante el vuelo y todos mentalmente estuvimos de acuerdo con él. A partir de ese momento, para mi esposa y para mí, esa profunda reflexión se convirtió en el eslogan de nuestro viaje. Por si alguien quiere saber de antemano en qué consiste la moraleja de esta loca historia, les diré que no hay secretos, la moraleja es sencilla, fácil de entender, universal, y … sí, no se han equivocado, ya lo entendieron, suena así: “¡A la verg…”

 

 

 

El fragmento es largo porque era necesario contextualizar el uso de la expresión coloquial-vulgar tanto en ruso como en español.

«Ну ни хера ж себе…» es una expresión coloquial que no se puede traducir por las elementos que la integran. Digamos que, en este caso en particular, significa asombro.

¿Por qué escogí “¡A la verg…” como equivalente? Vamos por partes.

En la expresión rusa hay una palabra хера (forma base: хер) que deriva del nombre de una antigua letra del alfabeto ruso que era semejante a una X y se llamaba “jer”. Cuando se produjo la actualización del alfabeto a principios del siglo XX, esa letra fue eliminada, pero, por el parecido de la letra con una X, la gente derivó un verbo, de uso coloquial, (херить) que significa “tachar, eliminar”. Por otro lado, la palabra vulgar que designa al pene comienza con la misma letra y el mismo sonido que “jer”. Por tanto, en un intento pacato de “no decir” una vulgaridad, en la alocución vulgar simplemente se sustituye una palabra por otra: «Ну ни хера ж себе…».

En el caso de mi propuesta de traducción, “¡A la verg…” es una expresión coloquial-vulgar venezolana. También hace alusión al pene y la “suaviza” el hecho de que no se concluye la palabra soez.

Estamos, pues, ante dos sintagmas equivalentes desde el punto de vista funcional.

Antes de pasar al otro punto que quiero tratar en este escrito, deseo insistir en que no creo en el español neutro, que todas las opciones que consideré antes decidirme por la alocución que aparece en mi versión, pertenecen al lenguaje coloquial venezolano y que, por otra parte, soy conciente del hecho de que el traductor es apenas uno de los numerosos lectores que tiene un texto, por lo tanto, por mucho que se esfuerce por lograr una lectura objetiva, tiene que saber que su  interpretación no solo no es la única posible, sino que está marcada por su cosmovisión y cultura.

 

Pasemos al otro tema objeto de este artículo. Una obra literaria mezcla tanto el lenguaje usado por una comunidad en un momento dado de su historia, como el estilo del autor y sus concepciones políticas y filosóficas, es decir, en una obra literaria puede haber cosmovisiones disímiles porque el autor es apenas un representante de una cultura heterogénea. En este punto me parece interesante comentar que, aún sin proponérselo, el traductor como mediador lingüístico y cultural, desempeña un rol, de mayor o menor relevancia, en el desarrollo de la lengua y la cultura.

Es justamente acerca del asunto de la traducción de posturas filosóficas y políticas, y de la cosmovisión del autor que, en el caso del cuento “Alas de Siberia”, es simultáneamente el personaje principal de la historia narrada porque está basada en un hecho real de su vida.

A continuación el fragmento seleccionado y la propuesta de traducción:

 

Я не понимал вообще ничего. «За что?» – постоянно задавали мы себе, друг другу и равнодушной вселенной недоуменный вопрос. За что нам все это, мы всего лишь хотели тепла и солнца посреди бесконечной зимы. Мы мечтали урвать крошечный кусочек иной, непохожей на нашу и, видимо, не предназначенной нам жизни. Но мы же не навсегда, мы бы вернулись, обязательно вернулись, и стерли бы улыбки с наших загорелых лиц еще на паспортном контроле, и месили бы привычную грязь сапогами на толстом меху, и были бы собранными, готовыми к труду, обороне, дефолтам, ограблениям, инфляции, дефляции, плевкам в рожу, ссанью в глаза, божьей росе, борьбе с Западом, дружбе с Востоком, единению с севером, ссоре с югом, к взлетам и падениям, к зависанию в воздухе на ребре, мы были бы готовы. И не удивлялись бы ничему, и привыкли снова к великой простоте русского народа, и к своей собственной простоте. И даже к тому, к чему привыкнуть нельзя, мы бы привыкли. Это вовсе не побег, просто маленький отпуск, всего лишь короткие каникулы… Мы что, слишком многого хотели?

 

Yo no entendía nada. “¿Para qué?”, era la pregunta retórica que nos hacíamos uno al otro y hacíamos al universo que permanecía indiferente. ¿Para qué nos estaba pasando todo eso si nosotros lo único que queríamos era disfrutar de un poco de calor y sol en medio del invierno sin fin de Moscú. Soñábamos con tomar un pedacito de otra vida, de una que no se pareciera en nada a la nuestra, de una vida a la que, por lo visto, no teníamos derecho; pero, no nos iríamos para siempre, con toda seguridad, nosotros regresaríamos a la patria y borraríamos las sonrisas de nuestros rostros bronceados apenas pisáramos el aeropuerto; amasaríamos la misma mugre con los mismos zapatos forrados de piel; estaríamos listos y dispuestos para el trabajo, para la defensa de la patria, para los defaults, para los saqueos, para la inflación, para la deflación, para los escupitajos en el rostro, para ver como se mean ante nuestros ojos, para quedarnos como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando en la mejor ocasión, para la guerra contra Occidente, para la amistad con Oriente, para fusionarnos con el norte, para discutir con el sur, para volar y caer; para quedarnos suspendidos en al aire; nosotros estaríamos listos y dispuestos para hacer cualquier cosa. No nos asombraría nada y nos acostumbraríamos de nuevo a la gran sencillez del pueblo ruso y a nuestra propia sencillez. Incluso nos acostumbraríamos a aquello a lo que nadie se debe acostumbrar. Este viaje no era una huida, era simplemente un pequeño descanso, unas vacaciones cortas… ¿Estábamos pidiendo demasiado?

 

 

El fragmento del texto origen es una introspección del personaje principal acerca de la angustia existencial inherente a lo que él llama el intelectual ruso postsoviético y Alas de Siberia, desde mi perspectiva, es algo así como una declaración de principios.

Reconozco que haber conocido de primera mano, no solo a intelectuales rusos soviéticos en los años 70-80 del siglo XX, sino conocer la realidad que se vivía para la época, me ayudó a interpretar esa angustia existencial.

Vamos con el proceso de traducción. El texto origen abre con una pregunta retórica típica de búsqueda personal: “¿Para qué (me está pasando esto)?” Pero en lugar de respuesta, viene una justificación del hecho de que el personaje-autor salió fuera del país, una justificación si se quiere pueril, y continúa con algo realmente agobiante: una enumeración caótica larguísima, con la que el personaje-autor pide perdón y se compromete a regresar, a ser fiel y leal ¿a qué? Aparentemente a la Patria, pero no queda claro, se intuye. No obstante, el autor consigue que el lector quede no solo agotado, sino lleno de compasión y reflexionando acerca de la vida del personaje, del autor, de los intelectuales rusos-postsoviéticos, acerca de sí mismo.

¿Se puede traducir y hacer que la traducción logre en el destinatario el mismo efecto que la obra logró en los destinatarios originales? ¡Claro que se puede traducir! Lo del mismo efecto es lo que me despierta algunas dudas porque, aunque existen teóricos que afirman que una traducción, para ser adecuada, debe provocar en el lector una reacción semejante a la del destinatario del original, dudo que eso ocurra porque el lector de la traducción sabe, en este caso, que la acción le ocurre  a un ruso en Tailandia lo cual hace que en la traducción haya una función informativa, que generaliza y debilita el efecto sensibilizador del original. El lector de la traducción en vez de vivir y sufrir los problemas como un destinatario del texto original, se entera intelectualmente de algo que no le afecta directamente aunque satisface su curiosidad por lo exótico de un mundo extraño y lejano.

Dicho esto, hablemos de los recursos para traducir. Anteriormente nos referimos a la importancia del respeto a las normas y convenciones de la lengua término. Esto es crucial porque representa la superficie del texto, lo primero que encuentra el lector. Esto se logra con una cohesión adecuada, es decir, usando los medios sintácticos correctos.

En el caso del fragmento traducido encontramos una pregunta retórica que para traducirla basta con conocer las normas para escribir preguntas en español; sigue una enumeración caótica muy larga basada en una introspección. En el texto original el autor usa como enfatizador la conjunción “y”, pero en español el texto quedaría muy pesado de intentar usar la misma conjunción para igual fin; en mi propuesta recurro a la anáfora con la preposición “para” con función de enfatizadora ya que esa preposición indica acción posterior o, en este caso, disposición para aceptar cualquier cosa con tal de expiar la culpa: “estaríamos listos y dispuestos para…” El uso de la anáfora en sintagmas tan cortos y seguidos, separados por comas o, en el mejor de los casos, por punto y coma, genera en el lector desasosiego, que es una de las emociones que se pretende generar; para ello es importante saber utilizar el ritmo interno del texto, la cadencia que se puede lograr con los signos de puntuación adecuados en cada caso y con la colocación de las palabras claves de cada oración en la curva ascendente de entonación. Una buena estrategia es leer en voz alta lo que se escribe.

 El fragmento cierra con la reiteración de la justificación del viaje y otra pregunta retórica.

En el próximo artículo abordaremos otros aspectos que esperamos sean de utilidad.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario